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España está abocada a recibir asistencia internacional ante la pasividad del BCE

No va más. Y en este caso no ganan ni la banca ni nadie. Por el contrario, abundan los perdedores. Sobre todo, la Europa del euro, el proyecto edificado a lo largo de décadas para ensamblar el Viejo Continente y dejar atrás una historia negra de guerras entre vecinos. Los males que acechan con una prima por encima de los 450 puntos básicos.

El peligroso juego que están practicando los líderes políticos, económicos y monetarios de la eurozona y más allá, incluido el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el G-20, se sobredimensionó ayer para afectar ya de lleno a España, que cada vez es menos dueña de su propio destino.

Con una prima de riesgo -el interés adicional que exigen los inversores a los bonos españoles a 10 años sobre los alemanes con igual vencimiento- situada por encima de los 450 puntos básicos por vez primera desde los años 90, con la rentabilidad de los títulos a 10 años en el 6,33% y con un Tesoro Público que pagó ayer un interés superior al 5% para poder colocar letras a 12 y 18 meses entre los inversores, España comienza a estar a merced de los acontecimientos.

O dicho de otro modo, no basta con las reformas o las medidas propias para restaurar la confianza de los acreedores en la deuda y la economía españolas, sino que Bruselas, el Banco Central Europeo (BCE), el FMI y el G-20 deben interceder para echar un cable salvador a España, como ocurre igualmente con Italia desde la semana pasada.

A corto plazo, el BCE acapara toda la atención. De forma pragmática, es el único agente que, en estas circunstancias, puede ejercer de séptimo de caballería y acudir al rescate. ¿De qué modo? Incrementando de forma contundente sus compras de deuda periférica y desterrando de su vocabulario alusiones a que el programa de adquisición de bonos es "limitado" y "temporal".



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